

El nuevo San Siro y la paradoja del fútbol moderno
Si hay una frase que me identifica es “el destino reparte las cartas, pero el que las juega es uno” y, sin entrar en polémicas sobre la segunda parte de la frase con los y las “todo está escrito”, en este caso, este artículo está motivado por la primera parte.
Una de esas cartas fue haber nacido en La Plata, en una Argentina que miraba mucho al fútbol italiano: por Maradona en el Napoli, por la fuerte inmigración italiana y por un Mundial del ’90 que aún hoy defiendo como el mejor de la historia, incluso con el golpe amargo de aquel Argentina–Camerún inaugural, que nos marcó a todos por la dureza con la que trataron al Diego y a Cani.
Ademas, estudié en un colegio italiano, hablo el idioma y hasta tengo il passaporto, así que mi vínculo con il calcio viene de muy lejos.
¿Todo esto para qué? Llevo tiempo siguiendo las noticias sobre la remodelación de San Siro o Giuseppe Meazza muy de cerca. Veo que el Ayuntamiento vendió a los “clubes” los terrenos por 197 millones de euros y que el proyecto contempla unos 700 millones para la construcción de un nuevo estadio y otros 550 que se destinarán a los alrededores. En total, unos 1.250 millones de euros dedicados a lo que en ZERTIOR estamos muy habituados, que es no sólo la construcción de un estadio, sino también de distrito.
En otras palabras, se trata de la creación de un destino en sí mismo, que no sólo es una cancha de fútbol, sino que es un distrito de entretenimiento que cuenta con un recinto que está disponible para eventos los 365 días del año, donde además se puede jugar al fútbol. De esta manera, el proyecto pretende convertir el «viejo» San Siro en un espacio al que los aficionados, ciudadanos y turistas encontrarán alternativas y planes los 365 días del año.
¿ESTADIOS DE FÚTBOL O VENUES DONDE SE PUEDE JUGAR AL FÚTBOL?
Hete aquí una de las grandes preguntas de los tiempos modernos, nos guste o no nos guste a los románticos futboleros. Hoy en día, tanto la oferta de conciertos y espectáculos que no están vinculados con el propio deporte crece con fuerza en todo el mundo. El regreso de grandes bandas, como Oasis o Radiohead, no hace más que confirmar esta fuerte tendencia y obliga a las ciudades a estar preparadas para albergar todo tipo de eventos multitudinarios, si no quieren quedarse fuera de las rutas elegidas por los promotores y artistas que buscan conectar con su público.
En este escenario, la oferta de recintos donde estos espectáculos pueden celebrarse también está en auge. Destacan, sobre todo, las arenas, que son venues que cuentan con todas las facilidades para los promotores y donde, casi casi, sólo tienen que poner a los artistas a hacer lo que saben, porque lo demás “está puesto”. Sin embargo, y sin perjuicio de las anteriores, los estadios de fútbol no le van en zaga. Siempre fueron grandes sedes de conciertos históricos y el nuevo panorama hace que cada vez sea más importante replantear la construcción de un nuevo estadio (o incluso la reforma de los existentes) bajo el paraguas de la pregunta que da título a esta sección, ya que es difícil encontrar un modelo de negocio sólo basado en el fútbol que sea capaz de sostener una inversión de 1,25 billones (de los americanos) de euros.
Entonces, ¿construimos un estadio para jugar al fútbol o un recinto para eventos -probablemente con césped y cubierta retráctil- donde se pueda jugar al fútbol?
Debate abierto para algunos, respuesta servida fría y en bandeja de plata para otros…
LOS BAJOS FONDOS DE SAN SIRO
No me gustaría terminar sin antes dejar abierto otro “melón”.
En Italia son pocos los clubes que realmente poseen sus estadios. Juventus cuenta con el Allianz Stadium en propiedad; Atalanta adquirió el Gewiss Stadium; y Sassuolo juega en el Mapei Stadium, propiedad de la empresa que controla el club. Pero la mayoría siguen dependiendo de recintos municipales; incluso grandes iconos como el Olímpico de Roma, el Diego Armando Maradona de Nápoles… o hasta hace nada, el propio San Siro. Aunque parezca algo no tan importante a priori, este hecho coloca la venta de los terrenos en un lugar diferente, ya que serán los propios clubes, juntos, los dueños de los terrenos y, consecuentemente, del estadio y de esto que hemos llamado distrito de entretenimiento.
¿Y qué hay de malo en esto? En principio, nada. Dos clubes de toda la vida, que llevan compartiendo este estadio “desde siempre”, se unen a través de su visión empresarial para conseguir que el estadio sea propio y así construir un nuevo modelo de negocio que sostenga la inversión tan elevada que se están planteando hacer. Sólo un matiz: estos clubes ya no son una propiedad italiana, sino que pertenecen a sendos fondos de inversión.
Uno de ellos es Oaktree Capital, fondo estadounidense que tomó el control del Inter tras ejecutar la deuda del grupo Suning. Especializado en reestructuración y en inversiones con horizonte de salida, es probable que Oaktree vea al club como un activo que debe revalorizarse y generar retornos antes de venderlo. El otro es RedBird Capital, dueño del Milan desde 2022, también estadounidense, pero con un enfoque muy distinto: inversor con vocación deportiva, socio en Fenway Sports Group (Liverpool, Boston Red Sox, Pittsburgh Penguins), con fuerte presencia en medios y contenidos.
Dicho de otra forma: San Siro ya no está en manos del ayuntamiento, ni de familias italianas, ni de los tifosi, sino de empresas con oficinas en Manhattan. Y aquí aparece patente una de las grandes cuestiones de este nuevo deporte que es el fútbol, que forma matrimonios con fondos, alimentados por el amor al ROI y la pasión por el EBITDA, pero que obligatoriamente tienen que convivir -y si me lo permiten, mantener como a una reina- con la gran suegra que todos amamos, que es la pasión de los aficionados por sus colores.
En fin, amigos y amigas, lo repito siempre: en este juego somos juez y parte, cálculo y sentimiento. Habrá más estadios-distrito, más Excel y más ROI, pero nada de eso sirve si olvidamos que el matrimonio solo funciona con la bendición de la suegra. Y en el fútbol, la suegra, esa reina caprichosa, siempre será la pasión de los hinchas.
Foto de mathieu gauzy en Unsplash