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Paradojas de un mundo raro

Paradojas de un mundo raro

A las puertas de agosto y metidos de lleno en los Juegos Olímpicos, nuestro CEO nos invita a reflexionar sobre este “nuevo mundo” en el que estamos inmersos… 

El martes pasado tuve una sensación extraña cuando, poco antes de comenzar el partido, levanté la vista desde la zona de banquillos del Bloomberg Stadium de Tel Aviv.

Sobre el césped, Figo, Roberto Carlos, Ronaldinho, Rivaldo y otras muchas leyendas del Real Madrid y del Barcelona, me devolvían a otra época. Pero no fueron ellos los que me desconcertaron, sino los cerca de 30.000 espectadores que rodeaban a los jugadores desde las gradas. Tuve que frotarme los ojos para comprobar que, en efecto, estaban ahí y que no era una alucinación. Pero sí, era cierto: ¡público en el estadio! Una especie en peligro de extinción…

No sé, me sentí un poco como Michael J. Fox en su papel de Marty McFly en ese inolvidable “Regreso al Futuro” que nos marcó a muchos de mi generación. Pero no, no tenía nada que ver. Ni Doc ni ningún coche supersónico estaban a mi lado.

Paradójico que algo tan aparentemente normal se haya convertido en algo sorprendente y destacable. Lo cierto es que bastaron apenas unos minutos para darme cuenta -como si no lo supiéramos ya- de que un estadio lleno de aficionados te entrega “otro fútbol”. El sustituto, el de las gradas vacías, nos consuela -creo que esa es la palabra-, pero no tiene nada que ver con el fútbol de verdad. Ese que tanto añoramos y que, ojalá, parece que tenemos ya, de nuevo, a la vuelta de la esquina.

Porque qué triste es -lo siento, pero también creo que es la palabra- ver unos Juegos Olímpicos sin el calor del público. Seguro que los deportistas que están en Tokio son los que mas sienten esta pérdida. Supongo que en los sueños de ninguno de ellos estaba desfilar ante un graderío vacío. Como tampoco competir o recibir una medalla sin las emociones indescriptibles que sólo los aficionados que tienes al lado son capaces de generar en esos momentos únicos. Por ello, hoy más que nunca me “quito el sombrero” ante el enorme mérito de esos deportistas. Más allá de aspectos emocionales, ¿en que medida este entorno de “soledad” tiene un efecto en el rendimiento deportivo? Ahí lo dejo para la reflexión de cada uno…

Paradójico también es que ponga la televisión y que siete meses después de despedir el año, la pantalla se llene con el mensaje de Tokyo 2020. De nuevo, por un momento “Regreso al Futuro“… No sé, parece como si nos estuviéramos volviendo locos, como si ese año que ha pasado no contara…

Pese a todo, los Juegos son increíbles. Nos llevan a una nueva paradoja, que se repite cada cuatro años. La de ponernos la alarma del móvil para despertarnos de madrugada para ver a un compatriota competir por una medalla en deportes por los que apenas nos interesamos nunca y cuyas reglas, de hecho, desconocemos en muchos casos. Pero lo hacemos y sufrimos con ellos. En cada palada, en cada ippon, en cada brazada… Son minutos en los que nos dejamos de “gilipolleces” y nos olvidamos de si quien compite es catalán, vasco, gallego o andaluz para sentirnos más españoles y orgullosos que nunca. ¡Qué estúpidos somos!

Paradójico.

Foto: Twitter @Societatcc

Sorprendente también la noticia de la que todo el mundo habla en estos Juegos, dejando de lado por un momento al “extraterrestre” Doncic: la leyenda Simon Biles abandona de repente la competición de gimnasia por equipos. ¿Ansiedad? ¿Algo más? No entro en valoraciones. Pero qué raro está todo, ¿verdad?

Termino, que no quiero aburriros. En esta reflexión que mezcla deporte y paradojas, cobra más actualidad que nunca el gesto que nos conmovió a todos en septiembre del año pasado y que refleja, como ninguno, los valores más auténticos del deporte y del olimpismo. El del gran Diego Méntrida, que, en una acción única de deportividad y de integridad, quiso perder, sin saber que, en realidad, iba a ganarlo todo. Desde luego, Diego y Carlos nos ganaron a “los Zertior” para siempre.

No sé, creo que en el contexto de este “mundo raro” (por cierto, nadie lo canta como “Los Secretos”) es donde puede salir lo mejor de cada uno. Pensémoslo un poco, ahora que el verano nos ofrece a todos una cierta pausa, e intentemos poner de nuestra parte para hacer que este mundo sea un poco mejor. Está en nuestras manos y más cerca de lo que pensamos.

Como hiciste tú, querida Alicia. Ahora ya lo ves desde arriba, dentro de ese selecto grupo de mujeres que “Dejaron huella”. Porque los libros y las historias, como la tuya, quedan para siempre.

¡Feliz verano a todos!