

El idioma universal
A través de una experiencia real, nuestro CEO reflexiona sobre ese lenguaje universal que es el fútbol, capaz, como ninguno, de unir sentimientos y personas
El pasado domingo, justo el día después de cumplir trece años, Ignacio, mi sobrino, viajaba a Poznan, en Polonia. Lo hacía con un grupo de 20 niños de su Colegio (bueno, más bien de niñas, por la abrumadora mayoría de éstas) para pasar una semana allí, en el marco de un intercambio con otros tantos niños polacos. Dicho de otro modo, habrá partido de vuelta en Alicante, que, dicho sea de paso, no es, desde luego, mal sitio. Para un partido de vuelta y para cualquier cosa.
Era la primera vez que Ignacio salía solo de España, así que Ana, mi hermana, aunque no me lo dijera, tenía esa preocupación y esos nervios que sólo las madres sienten de un modo que quienes “sólo” somos padres seguramente no entendemos. Ya sabéis, despedida emocionante en el aeropuerto y después algún que otro rezo para que Ignacio estuviera a gusto durante esos días y, de modo especial, con Mateusz (su nuevo compañero en Poznan) y su familia. Por suerte, por las comunicaciones anteriores con la familia, se confirmaba que eran “futboleros”, así que parece que Ignacio, enfadado por coincidir el viaje con el Mundial de Qatar, podría ver los partidos de España. El primero, el mismo día de su llegada, contra Alemania.
Como siempre, las cosas pasan por algo, así que lo que para Ignacio era “muy mala suerte”, esa coincidencia con el Mundial iba a ser una bendición para él. Y para mi hermana, claro. No me refiero tanto a lo divertido y a la experiencia que supone ver un partido de tu país fuera de España, en la casa de una familia maravillosa que se desvive por ti, sino a cómo se demuestra, una vez más, que el fútbol es ese pegamento sin igual (sólo con permiso de la música) que conecta personas con una simple mirada, sin necesidad de que se digan siquiera una palabra. Desde el primer momento, Ignacio ha sentido la hospitalidad de una familia extraordinaria (tarta de cumpleaños, camiseta del Lech Poznan de regalo, el salón con la bandera de España…), pero nada como esos momentos previos al partido con Mateusz “calentando a la Play” y como esas conversaciones en un inglés “de Sioux” delante de una televisión viendo un partido de fútbol. Fuera interpretaciones y traducciones, que no hacen falta.
Hoy, qué suerte la suya, Ignacio será un polaco más animando a Polonia en el estadio de la ciudad, donde la gente de Poznan vivirá en directo, a través de una pantalla gigante, ese decisivo encuentro contra Argentina, que va a paralizar el país. Que por esto no se me enfade Juan, nuestro argentino favorito en ZERTIOR, para quien un partido de Argentina en un Mundial es algo tan especial que os aseguro que yo no sabría cómo definirlo.
La verdad que tengo ganas de ver a Ignacio y de darle un abrazo. Ojalá también a Mateusz. ¡Qué gran suerte la de ambos!
Suerte también la mía por mi amistad con Carlos Mangado, referente de la industria deportiva y de los eventos en Navarra. Anoche exhibición de pelota y cena de amigos en Pamplona, como sólo Carlos y los suyos saben organizar. Ahora, el lujo de compartir Foro y mesa con grandes del sector en un marco incomparable como el Refectorio de la Catedral de Pamplona. Difícil encontrar un espacio más inspirador.
De todos modos, la noticia más importante de la semana en ZERTIOR ha sido la llegada al mundo de Mateo y esa estrenada paternidad de nuestro Roberto, otro grande del equipo, para quien no parece haber ya tamaño de “baberos”…
¡Bienvenido al mundo, Mateo!