

Criptomonedas: ¿”Crash” definitivo o cambio de paradigma?
El mercado “cripto” vivió en mayo de 2022 un desplome sin precedentes que puede cambiar para siempre la concepción (y el futuro) de esta divisa
Las criptomonedas llevan siendo, desde hace años, uno de esas “apuestas seguras” en las que muchas personas han invertido sus ahorros, convencidas de que siempre iban a tener una rentabilidad desorbitada e iban a hacerse ricas por ver unos cuantos vídeos en Youtube.
Pero lo cierto es que siempre han estado asociadas a una enorme volatilidad, que conlleva un elevado índice de especulación, aunque siempre más o menos controlado. Sin embargo, la burbuja estalló a mediados de mayo de 2022, llevándose los ahorros de muchos por el camino. ¿Por qué ha pasado esto?
Pero, ¿qué es una critpomoneda? Según explica el Banco Santander en su página web, «una criptomoneda es un activo digital que emplea un cifrado criptográfico para garantizar su titularidad y asegurar la integridad de las transacciones, y controlar la creación de unidades adicionales, es decir, evitar que alguien pueda hacer copias como haríamos, por ejemplo, con una foto».
También es básico como veremos más adelante, recordar que hay dos tipos de criptomonedas. Las clásicas, como el bitcoin, que no garantizan su valor, y que funcionan como una divisa normal. Luego estarían las «estables», que garantizan su valor equiparándolo al dólar americano. O, lo que es lo mismo, una criptomoneda vale un dólar. Y con estas últimas se ha desatado el “pánico”.
La caída de Luna, la criptomoneda “estable” de TerraUSD, se hundió, en apenas unos días, a menos de 40 céntimos. Así, esta divisa cayó de casi 120 dólares a principios de abril a aproximadamente 1 centavo en un mes y medio. Un evento tan catastrófico que su desarrollador, Terraform Labs, se vio obligado a detener sus operaciones. El “crash” del 29, pero en formato cripto.
Una comparación que podríamos decir que es tristemente acertada, ya que muchos optaron por sacar sus activos antes de que las cosas se pusieran más feas. El efecto dominó que empezó en Luna se propagó de manera rápida, afectando a criptomonedas “estables” como el Bitcoin o a los NFT’s, que se han devaluado drásticamente hasta el punto de suponer, en algunos casos, una pérdida del 99% de los mismos.
De esta manera, en la “semana negra” de las criptomonedas se borró un total de 500.000 millones de dólares. El precio de Bitcoin se desplomó a su punto más bajo desde 2020, por debajo de los 30.000 dólares, a la que siguieron Coinbase, el gran intercambio de criptomonedas, o Ether.
Un final brusco para unos meses de “Luna de Miel”, que empezó con la llegada de inversores institucionales al mundo cripto en 2021. Bancos como JPMorgan y Morgan Stanley, así como fondos de cobertura, comenzaron a asignar activos de clientes a Bitcoin ese año. Un hecho que suponía una creciente aceptación de esta divisa, lo que llevó a impulsar los precios. Así, las criptomonedas se dispararon y la capitalización bursátil del sector creció un 185% ese año. El mercado de criptomonedas mostraba una correlación positiva con las bolsas, tanto que, invertir en el Bitcoin, era muy parecido a invertir en cualquier gran índice como el Ibex 35 o el Nasdaq.
Desoyendo las voces de alerta
Pero hubo quien desoyó estos cantos de sirena y decidió no arrastrarse por este supuseto dinero fácil. Bill Gates, fundador de Microsoft, decía en una entrevista con Bloomberg hace poco más de un año que no confiaba demasiado en las criptomonedas, sobre todo porque el valor de éstas podría verse influido por algo tan simple como un tuit del consejero delegado de Tesla, Elon Musk.
«Elon tiene toneladas de dinero, y es muy sofisticado, así que no me preocupa que su Bitcoin suba o baje al azar. Sí que me preocuparía si yo también hubiese invertido y no tuviera tanto dinero como él», dijo Gates. Sin embargo, el principal motivo de preocupación para Gates es la falta de regulación de la criptomoneda, subrayando dos de los principales riesgos asociados a las criptodivisas: Están descentralizadas y pueden ser muy volátiles.
El valor de las criptodivisas está relacionado con la oferta y la demanda, lo que implica una ausencia de mecanismos eficaces que impidan su manipulación, como los que existen en los mercados regulados de valores. De hecho, reguladores como el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) ya advirtieron de los riesgos de apostar por monedas digitales debido a que no cuentan con respaldo en caso de pérdidas.
Tampoco están cubiertas por mecanismos de protección al cliente como el Fondo de Garantía de Depósitos o el Fondo de Garantía de Inversores, por lo que suma un mayor riesgo. Aun así, el Banco de España ha establecido que aproximadamente un 10% de la población ha invertido en criptomonedas.
¿Es el final de la criptomoneda?
No tiene por qué serlo, pero sí supondrá un cambio de paradigma. En el caso de los NFT’s parece real que el fenómeno ha llegado a su capítulo final. Puesto que ya no valen nada. Y algunas criptomonedas podrían seguir un camino parecido. Muchas personas han perdido todos sus ahorros después de estos desplomes.
Recientes declaraciones como la de La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, tampoco ayudan. En el transcurso de una entrevista, afirmó que «mi humilde opinión es que las criptomonedas no valen nada, no se basan en nada, y no hay ningún activo subyacente que actúe como ancla de seguridad» en las operaciones realizadas con criptodivisas. La presidenta del BCE también opinó que dichas operaciones deberían ser reguladas porque muchas personas no entienden los riesgos implicados, «lo perderán todo y se sentirán decepcionadas» al final con las criptomonedas.
Las soluciones van desde la prohibición del sistema de criptomonedas hasta una regulación por parte de los bancos, si bien se teme que se interprete como un respaldo oficial. Quizá lo más acertado sería una opción intermedia: acelerar un proceso de selección. La clave para ello es pedir una información más fiable de tal manera que los usuarios y las instituciones puedan protegerse con mayor eficacia contra el fraude. Y que este golpe no suponga un KO definitivo.
Foto de Pierre Borthiry en Unsplash