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ALL STAR GAME, UN NEGOCIO GLOBAL

ALL STAR GAME, UN NEGOCIO GLOBAL

Nos detenemos en analizar los beneficios que supone la disputa de este partido y por qué un All Star es un negocio rentable en todos los sentidos

¿Qué impacto genera el partido de las estrellas (All Star) de la NBA a nivel económico?

Aunque los pasos que están dando de manera paulatina en el baloncesto europeo van por el buen camino, lo cierto es que aún estamos a años luz del impacto y retorno económico que logra este deporte en EE.UU. Cada partido de NBA es un acontecimiento en sí mismo, pero hay una ocasión al año en la cual todo parece pasar a un segundo plano y los focos mediáticos apuntan en una única dirección. Hablamos, cómo no, del All Star Game.

Los mejores jugadores de la mejor liga del mundo reunidos bajo un mismo techo, con millones de espectadores pendientes de todo lo que sucede en un pabellón, en esta ocasión en la ciudad de Chicago. La repercusión es brutal en todos los sentidos, desde el puramente deportivo hasta el, como no podía ser de otra manera, económico y de marketing.

Si bien aún no han trascendido los datos de lo que ha supuesto en términos financieros la edición de 2020, sí sabemos lo que supuso para la ciudad de Charlotte la celebración del All Star Game en 2019 y lo que, de media, se genera cada año en este acontecimiento único.

En la capital de Carolina del Norte se invirtió una cantidad cercana a los seis millones de dólares para cubrir los costes que genera organizar un evento de este tipo. Muy poco si tenemos en cuenta que el impacto económico fue superior a los cien millones. Más allá del partido estrella del domingo, fueron más de 150 los eventos que se programaron durante los días que duró el All Star, y la ciudad fue visitada con esta excusa por 150.000 personas.

Son cifras que se repiten cada año, ya que el promedio de ingresos de una ciudad que celebra este evento desde el año 2011 es de 108 millones de euros. Hay que puntualizar, eso sí, que hay casos excepcionales como el Nueva York en 2015, cuando se recaudaron 200 millones de dólares, o las cifras más elevadas que se registran en grandes ciudades como Los Ángeles.

Precisamente en la metrópoli californiana se celebró la edición de 2018, con un impacto de 116 millones. De ellos, 90 correspondieron a los gastos de comida, bebida, alojamiento… de los visitantes según un estudio de “Micronomics”. Un dato que habla por sí mismo de todo lo que se mueve alrededor de un evento de estas características.

Hay que tener en cuenta que, además de estos ingresos directos, el All Star Game se retransmite a 215 países, tiene espónsor propios (KIA, Taco Bell, Ruffles…) y, por supuesto, el ticketing. El abono de fin de semana oscila entre 2.100 dólares, para aquellos asientos con menor visibilidad, y 33.000 dólares para las butacas a pie de pista.

Se trata, eso sí, de una plataforma de visibilidad inmejorable para las marcas, que tienen aquí la ocasión propicia para mostrar su último modelo de zapatillas o dar a conocer el nuevo sabor de un refresco. Porque, ¿a quién no le gustaría tener el calzado con el que LeBron James fue elegido MVP de un All Star?

Lo que queda de manifiesto es la capacidad del deporte para generar ingentes cantidades de dinero, si se ofrece al consumidor un espectáculo único como este. Y aunque en EE.UU. llevan décadas haciendo cosas de este tipo, ¿por qué no pensar en algo para Europa con el fútbol?