En 'La mirada disruptiva' del mes de agosto, Juan Arano analiza el punto de inflexión actual entre las nuevas generaciones y las pasadas
AGOSTO | TAGS: Juan Arano, La mirada disruptiva
Hay una metáfora futbolera que dice que a partir de los 45 años uno entra en el segundo tiempo de la vida. Que esto debe servir para que cada uno pueda jugar con el resultado del primer tiempo y hacer lo que le toque: intentar revertir una derrota, intentar ampliar la ventaja o, en algún caso, mantener el empate.
Se me ocurren algunas formas de rebatir esto, pero hay una cosa que es cierta: a partir de una determinada edad, o serie de experiencias, empezamos a ver las cosas de una manera distinta. Y a pesar de que estas diferencias se notaron toda la vida, creo que la tecnología, internet, las redes sociales y la forma en que consumimos contenidos ha contribuido a profundizar esa brecha generacional que siempre existió entre los jóvenes… y los no tanto.
Porque los millennials eran “nenes de pecho” en comparación con las generaciones que se vienen. Generaciones cargadas, por ejemplo, de pequeños talentos y «minicelebrities» digitales, ídolos propios que se han alzado entre la gente de su edad en TikTok, YouTube, Twitch y otras plataformas de contenidos. Nuestros viejos ídolos del rock, ahora vienen en forma de pantalla. Hablando de rock, este fin de semana me encontré a Nandi Bushell, una niña influencer de 11 años. Su talento, si es que hace falta tenerlo para ser influencer, pasa por la música. En concreto, la batería. La descubrí en este caso por una cuenta de Instagram que se llama @femaledrummers, a través de la que la vi compartiendo escenario con Foo Fighters -una de mis bandas favoritas- en The Forum, en Inglewood. Os dejo el vídeo aquí:
Me llamó la atención cómo una chica tan pequeña tenía la posibilidad de tocar en directo con una banda tan grande y tuve algunos pensamientos encontrados. El primero, más benevolente y conectado con mi mundo, me llevó a pensar cómo incluso bandas del tamaño de Foo Fighters, echan mano de los influencers de corta edad y larga audiencia para captar al público joven. El segundo, quizás algo viejuno, me hacía pensar en todos los músicos que llevan años tocando y admirando a la banda (para muestra, este “Learn to fly” en Cesena, Italia), y que jamás tendrán la oportunidad de hacerlo.
Nandi -insisto, tiene 11 años- tiene casi 200k seguidores en Twitter, 827k en Instagram, 310k suscriptores en YouTube y vete tú a saber cuántos otros en otras redes sociales y plataformas. Sin descartar el buen humor y lo cercano que suele ser Dave Grohl, líder de Foo Fighters y ex batería de Nirvana, con sus seguidores, aquí hay un gran movimiento por parte del músico y su entorno para generar contenidos, repercusión y, como decía, un acercamiento con un público que probablemente esté más cerca del reggaeton y del trap que del rock o el grunge.
Más allá de las intenciones del bueno de Dave, esto me ha llevado a pensar en cómo los jóvenes que han conseguido popularidad entre los suyos están derribando las puertas de espacios que parecían estar destinados sólo a la gente de una edad más avanzada y, sobre todo, cómo estamos reaccionando las personas que ya peinamos algunas canas ante esta irrupción.
Las enseñanzas de los más pequeños
Tengo la impresión de que mis dos pensamientos, el conservador y el más adaptado a este nuevo mundo en el que vivimos, representan un poco la dicotomía que existe, al menos desde la visión del grupo del “segundo tiempo”. Nos hemos criado en un entorno en el que los niños o los jóvenes teníamos que aprender de los mayores y en el que poco podíamos aportar hasta no hacernos algo más mayores. Esto, en parte, ha cambiado.
A pesar de que creo que nosotros, como padres -y generalizando-, estamos mucho más cerca de lo que nuestros padres estuvieron de nosotros, creo también que ellos podían intuir mucho mejor que nosotros a qué nos íbamos a dedicar o cómo sería, grosso modo, nuestro futuro. Hoy en día, como siempre comenta Raquel Roca (autora de dos libros “Knowmads” y “Silversurfers”), más del 50% (75%, según algunos) de las profesiones del futuro aún no están ni siquiera inventadas, por lo que es complicado prever desde nuestra posición a qué se van a dedicar nuestros retoños.
En este escenario, parece lógico que tengamos que recorrer este camino junto a ellos y es muy probable que sí tengamos cosas que aprender. Y no me refiero a la típica reflexión profunda que solemos hacer los padres acerca de las lecciones de vida que nuestros hijos nos dan, sino que ellos, a su manera, interpretan, por ejemplo, la tecnología de una manera nativa, diferente, natural, incorporada, que nosotros no tenemos.
Me viene a la mente un ejemplo muy concreto sobre mi hijo Valentín. Él tendría 4 o 5 años y yo estaba cocinando y él en el sofá con una tablet. En un momento, me pareció que me hablaba, que me estaba comentando algo. Lo miré y me dirigí a él preguntándole si me había hablado, cuando vi que repetía acercando su boca a la tablet: “fotos de Darth Vader”. Él no sabía escribir todavía, pero ya había aprendido que Google le había puesto las cosas fáciles y consiguió las fotos que estaba buscando de esa manera.
Hasta ese momento, con la costumbre de teclear todas mis búsquedas, y realmente creyendo que era la forma más rápida de hacerlo, me había preguntado para qué Google había puesto un micrófono en el buscador y, sinceramente, pensaba que era una función que no tenía demasiado recorrido. Huelga decir, hoy por hoy, cómo se han refinado y desarrollado los servicios de voz con Alexa, Siri, OK Google o los tantos otros que existen en el mercado. Un visionario…
Más allá de lo anecdótico, sé que hay mucha gente que me dirá que antes también sabíamos más de música, videojuegos y de tecnología que nuestros padres, y es cierto. Sin embargo, todas nuestras discusiones se quedaban en una charla de sobremesa o con nuestros amigos. Ahora tienen acceso a mucha más información, ven cómo muchos de sus ídolos ganan más dinero del que sus padres pueden llegar a soñar y, sobre todo, tienen una comunidad detrás que los empodera de una manera diferente. No están solos. Se acabó el “esto es así porque lo digo yo”. Ahora existe Google para quitarnos la “razón”.
2 conflictos contemporáneos
Y en este nuevo escenario de jóvenes y niños empoderados, incluso desde la preadolescencia, pienso en dos polémicas recientes que enfrentaron a dos generaciones. La primera, la que tuvo Ibai Llanos, que no es que haya irrumpido tirando la puerta abajo, sino que ha arrancado el marco y ha tirado la pared entera, con Juanma Castaño, cuando el periodista comentó en Twitter: “Yo no entiendo nada. Punto. Cada uno que interprete lo que quiera.” en clara alusión al hecho de que habían invitado a Ibai a la presentación de Messi en el PSG y no a uno de su gremio. Por si alguien no lo ha visto, en este artículo de La Vanguardia se explica bastante bien lo sucedido, aunque también dejaré este vídeo de @elxokas (un influencer no tan joven y un tanto vehemente en sus afirmaciones), que es donde también se aprecia la polémica, pero contada desde “el bando” de los más jóvenes.
El segundo conflicto que se me viene a la mente es el “en tu cara Boomer” del Rubius a alguien que criticaba la cantidad de likes que tenía un tweet suyo en comparación con el que tenía un integrante del gobierno.
En ambos casos, los jóvenes salieron “en defensa” de los influencers, haciendo notar que en realidad eran los de “nuestra” generación los que no entendíamos lo que pasaba por la cabeza de la gente joven, como se puede ver en este otro tweet de otro de los grandes influencers en España, como es DJMaRiiO.
Evidentemente, los dos conflictos mencionados tienen aspectos que son diferentes, pero de alguna manera sí comparten el fondo: el choque generacional. Y es que ambas partes tienen algo de razón. Porque los mayores nos ocupamos de las cosas “importantes”, de que el mundo funcione, pero los influencers se encargan de darles a los jóvenes lo que ellos demandan, de que se diviertan y tengan lo que quieren. De ahí su popularidad y su “poder”. Y desde ese poder, se convierten en sus líderes de opinión.
“Aquí cabemos todos o no cabe ni Dios”
Como siempre, como en todo, aquí lo difícil pasa por encontrar un equilibrio. Las nuevas generaciones quizá tengan mucho más que ofrecer de lo que teníamos nosotros cuando éramos más jóvenes, por lo que seríamos tontos si no los escucháramos con un poco más de atención. Por otro lado, los mayores se han ganado las canas luchando batallas y ganando experiencias que también pueden ayudar a los más jóvenes a librar las suyas, aunque esto siempre ha sido complicado de entender y de transmitir.
Como reza la canción de Víctor Manuel, y aquí las nuevas generaciones me vais a perdonar porque es probable que no lo conozcáis, “aquí cabemos todos o no cabe ni Dios”. Tenemos que hacer hueco a todos, y más cuando se trata de llegar al público joven. Estar con un móvil en la mano desde que se nace da enseñanzas que ningún máster puede igualar, y mucho menos interpretar lo que quieren en cada momento.
En todo caso, como padres, es nuestro deber acompañar a nuestros hijos en sus vivencias y decisiones, aunque ahora cueste más que antes saber en qué andan. Porque ahora los tenemos más tiempo en casa, pero con un mundo a su disposición. Tenemos que encontrar el equilibrio entre el “qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos” y el “qué hijos le vamos a dejar a nuestro mundo”, para que cuando ellos crezcan estén preparados para el “niños de pantalla, bienvenidos al mercado”, que es probable que alguno les suelte.
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