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Don Diego Méntrida

Don Diego Méntrida

Nuestro CEO, Raúl Respaldiza, escribe sobre el precioso gesto del triatleta Diego Méntrida y la demostración, una vez más, del deporte como ejemplo de vida

Estaba justo pensando sobre qué iba a escribir en mi columna de este mes, cuando de repente leo la noticia. Obviamente dejé de pensar.

De nuevo, el deporte como ejemplo de vida. Y, de nuevo -suele pasar casi siempre-, como protagonista, uno de esos deportistas anónimos a los que nadie reconoce por la calle. De esos a los que nadie pide una foto o un autógrafo. De esos que entrenan robándole horas al sueño para poder compaginar el deporte con los estudios. Uno de tantos deportistas que no viven de su pasión y que son conscientes de que difícilmente podrán hacerlo. Pero que, pese a todo ello, llevan en la sangre el deporte y sus valores más auténticos.   

Hablo de DON DIEGO MÉNTRIDA. Lo escribo adrede, precedido de ese “DON” que tantos “mindundis” llevan injustamente hoy en nuestra sociedad. Lo escribo también en mayúsculas, en letras tan grandes como su gesto del otro día.

Triatlón de Santander. Apenas a unos segundos de entrar en la meta -imaginaréis el esfuerzo y la fatiga que un “triatleta” lleva a su espalda en ese momento-, DON DIEGO ve impotente cómo no puede recortar esos metros que le separan del británico James Teagle, que de este modo tiene asegurado el tercer puesto y su subida al podio. Entonces, justo al llegar a la última curva, el “amigo” Teagle se despista, fruto seguro de la extenuación, y corre en dirección equivocada, perdiendo así unos segundos que sitúan a DON DIEGO por delante de él.

En ese momento, DON DIEGO sólo mira hacia atrás. En lugar de hacerse el despistado y seguir -nadie se lo habría reprochado, teniendo en cuenta, además, las pulsaciones a las que en ese momento está bombeando su corazón- DON DIEGO se para “en seco” justo antes de la línea de llegada. Allí espera al británico al que tiende la mano, antes de cruzar la meta justo detrás de él. De este modo, DON DIEGO se hace con el cuarto puesto de la prueba -sí, ese maldito puesto del que nadie se acuerda-, renunciando así a subirse al podio y a esa foto única junto a dos leyendas del triatlón, como son Javier Gómez Noya y Kevin Tarek Viñuela. Por cierto, este último considerado por DON DIEGO como “el mejor triatleta de la historia”.

A partir de aquí, prefiero callarme y limitarme a reproducir lo que DON DIEGO, con absoluta naturalidad, dice acabada la prueba:

“Al ver cómo él se equivocaba, inconscientemente me paré. Él se lo merecía”.

“No debió de ver el desvío a meta. O no se lo señalizaron bien. No lo sé, el caso es que se lo merecía”

“Me salió así. Es lo más justo”

“Lo volvería a hacer”

Vídeo: El Mundo

En la vida, como en el deporte, no vale todo. Muchos, hoy más que nunca, deberían tomar nota.

Por cierto, DON DIEGO tiene sólo 21 años. Una muestra más de que la categoría, el respeto y los títulos -me refiero a los de verdad- no tienen nada que ver con la edad, con la tarjeta o con la posición social. Sólo con la manera en la que uno se comporta. En la pista y en la vida.