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Parar por un momento

Parar por un momento

Con el verano “a la vuelta de la esquina”, nuestro CEO reflexiona sobre la importancia de poder encontrar en estos días un momento de pausa y reflexión

Siempre digo que suele marcar más el curso que el año natural. Quizás porque cuando eres padre de familia numerosa, los colegios -y las universidades, que los mayores ya van cumpliendo años- son los que imponen el ritmo de vida en casa. O quizás también porque cuando uno dedicó al fútbol una parte importante de su vida profesional, algo que aún se mantiene ya desde ZERTIOR, sigue pensando que la temporada -el curso- es la referencia valida en el calendario. Sea por el motivo que sea, lo cierto es que cuando agosto llama a la puerta, uno siente la necesidad de parar un poco y de hacer balance.

No recuerdo un curso de la intensidad y la exigencia de éste. En ZERTIOR ya sabéis que nos gusta meternos en líos, pero es que lo de este “año” ha sido de nota. La salida, allá por comienzos de septiembre, ya prometía que la carrera iba a ser apasionante. Con la perspectiva que da tener la meta a unos pocos pasos, puedo afirmar, con orgullo, que hemos completado nuestra mejor temporada. Por supuesto, no ha sido fácil. Nada lo es. Como el Tour que acaba de terminar, como la vida, ha tenido un poco de todo: etapas llanas, subidas, bajadas, etapas con viento, sin él, puertos de primera categoría… Hasta más de una contrarreloj. De las de verdad. De esas que ponen bien a prueba a un equipo y a cada uno de los que lo forman…

El caso es que llego a esa línea de meta -ficticia, porque lo importante es siempre el camino, como reza nuestra “Pilgrim Race”- un poco al límite, con una necesidad de descanso que nunca había sentido. Será también que me voy haciendo mayor y  algo “blandete”…  En todo caso, ¿por qué no reconocer que no somos máquinas y que también hay que saber tomar aire y parar, aunque sea un momento?

Parar es pensar, leer, escribir, pasear, hacer deporte, respirar… Para mí es sentarme frente a la orilla del mar al caer la tarde, sin otra ocupación que lanzar, muy pausadamente, piedras sobre él. Es pensar en lo afortunado que soy por el privilegio de trabajar en una compañía propia, con proyectos tan ilusionantes como los que tenemos y junto a personas tan extraordinarias como las que me acompañan en esta aventura, tanto en España como al otro lado del Atlántico. Es pensar en la nueva andadura a la que nos enfrentaremos en unas semanas, con ese nuevo arranque de curso. Porque esto, como las olas, no se detiene.

Es pensar en lo afortunado que soy por tener la posibilidad de parar, en un mundo cada vez más loco y vertiginoso. En lo afortunado que soy por tener un mar al que ir y unas piedras que lanzarle. Parece sencillo, pero no todo el mundo tiene esa gran suerte.

Como dijo el cura de Chinchón el otro día, “en época de melones, cortos los sermones”. Yo ni soy cura ni doy sermones -sólo faltaba-, pero me aplico el cuento.

Intentad parar, aunque sea por un momento…

¡Feliz verano!

Foto de Jamie Street en Unsplash