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La vida posible

La vida posible

Nuestro CEO, Raúl Respaldiza, reflexiona sobre "La vida posible", con motivo de la exposición sobre la vida de Gregorio Ordóñez

Cada día descubro que la generosidad -en su sentido más amplio- de mi amigo Jacobo Pruschy parece no tener límites. El caso es que quiso incluirme en ese grupo reducido de personas que tuvimos el privilegio de recorrer el pasado 20 de octubre, junto a Ana Iríbar, la exposición en recuerdo de Gregorio Ordóñez, con motivo del 25 aniversario de su asesinato por la banda terrorista ETA. Conocer la vida de Gregorio tan de cerca, a través del testimonio, de las vivencias y de las emociones de su esposa, fue para mí una experiencia inolvidable.

Es difícil escoger un nombre más bonito para esta exposición. La vida posible.

Me hace reflexionar. Podría llevarnos a una interpretación pesimista, muy cercana, quizás, a la resignación. Pero nada más lejos. Todos tenemos una vida posible. La que determina el contexto en el que nacemos y en el que vivimos y la que marca, a la vez, nuestra personalidad, nuestras convicciones. Como centenares de miles de personas que hasta hace muy poco vivían en el País Vasco atemorizadas por ETA, Gregorio tuvo tres opciones: retirarse de la vida política y quedarse en San Sebastián, su ciudad, silenciado y mirando hacia otro lado; emigrar del País Vasco; o seguir trabajando por su tierra y por sus convicciones con la valentía, la sencillez y el espíritu de servicio que sólo son propios de los más grandes.

Eligió esta última alternativa y lo pagó con su vida. Pero, como la propia Ana cuenta con orgullo, fue una decisión suya, tomada a conciencia. “Goyo” -como le llama Ana- eligió vivir la única vida que para él era posible. No desde la resignación, sino desde la certeza de que para él no había otra opción de vida más maravillosa que la de defender la democracia y la libertad. Como señala Carmen Iglesias en la presentación del libro dedicado a Gregorio, “no debemos olvidar nunca a Gregorio Ordóñez, persona y ciudadano ejemplar, que perdió la vida en defensa de la libertad”.

Para mí es difícil hablar de Gregorio y no venir a mi mente la figura de María San Gil -gran amiga-, quien compartía mesa y mantel con Gregorio ese día de hace 25 años en el que un asesino se le acercó por la espalda y le pegó un tiro en la nuca. Pocas personas conozco de la integridad, coherencia y altura -humana y profesional- de María San Gil. Aunque desgraciadamente para muchos alejada ya de la vida política, María sigue aportando a la sociedad toda su fuerza a través de la Fundación Villacisneros, con la que Zertior tiene la satisfacción de colaborar desde haces meses, desde nuestra área de Estrategia y Comunicación, para fortalecer y potenciar el desarrollo y presencia de la Fundación en la sociedad.

Entre las líneas fundamentales de actuación de la Fundación Villacisneros se encuentra la defensa permanente de la memoria, la justicia y la dignidad de las víctimas del terrorismo. Porque en esta historia hubo siempre dos partes: quienes asesinaron y quienes murieron asesinados. Cualquier otro relato, por mucha propaganda y eufemismos que lo acompañen, falta por completo a la verdad. No soy en absoluto sospechoso de buscar la venganza y de no desear la paz, pero la misma no puede ser a costa de la mentira, la injusticia e, incluso, la traición. Y esto, por si alguien lo piensa, os aseguro que no es hablar de política.

Dos recomendaciones, si me permitís: una, no dejéis de visitar en Madrid -espacio “CentroCentro”, en el Palacio de Cibeles- la exposición en memoria de Gregorio Ordóñez; y dos, no dejéis de comprar el libro “ETA, 50 años de terrorismo nacionalista”, editado recientemente por la Fundación Villacisneros y el CEU, y que integra, asimismo, un magnífico diccionario para entender la verdad del terrorismo de ETA.

Termino, como comencé, haciendo referencia de nuevo a mi amigo Jacobo, prologuista de ese magnífico libro sobre la barbarie nazi –“Cartas de los ausentes”, igualmente recomendable-, cuyo empeño hizo posible su edición en castellano. En su dedicatoria personal me quedo con una frase de manera especial: “sólo mueren quienes permanecen en el olvido”. Así que, querida Ana, no tengas ninguna duda de que Gregorio y cuantos, como él, dieron su vida en defensa de la libertad y de la democracia, están hoy más vivos y presentes que nunca.