Nuestra entrevista con el padre Ángel, fundador de Mensajeros de la Paz
JULIO | TAGS: Mensajeros de la Paz, Padre Ángel
Hace apenas unas semanas ZERTIOR donó a Mensajeros de la Paz más de 150 tiendas de campaña que fueron el lugar de descanso de los ciclistas que, durante cinco años participaron en la Pilgrim Race. Nuestro objetivo era dar una segunda vida a estos elementos entregándolos a una asociación que, desde 1962, aborda diversas problemáticas sociales para mejorar la calidad de vida de los más vulnerables.
Su fundador fue el padre Ángel García, un joven cura recién ordenado que estableció en su Asturias natal una modesta organización con el propósito de ofrecer un refugio acogedor a los niños desamparados y que hoy es un referente de solidaridad. Él mismo nos lo cuenta en esta entrevista.
Ya han pasado más de 60 años desde que inició su labor con Mensajeros de la Paz. ¿Después de este tiempo y con un premio Príncipe de Asturias de la Concordia… ¿Se imaginaba que iba a llegar a donde está ahora?
Bueno, cuando uno es joven sueña mucho, pero sí es cierto que, sin duda alguna, a lo que hemos llegado difícilmente lo podía imaginar. Porque, además, en el transcurso de la vida ya no son solo sueños de una única persona, sino también de otros compañeros y otras compañeras que han ido compartiendo con nosotros estos 60 años.
¿Qué recuerda de los comienzos, con una casa de acogida para niños y para personas sin hogar en Oviedo?
Pues que eran nuestros primeros pasos; aprender a ser una nueva familia, aprender a dar el biberón a los niños recién nacidos que llegaban… a cocinar para otras personas, a ser la referencia de dónde acudir para un padre o una madre de familia cuando no tiene recursos.
También a saber qué hacer cuándo no teníamos para dar de comer a aquellos primeros diez, veinte niños que ya teníamos… Nos surgía la pregunta de qué les íbamos a ofrecer al día siguiente; pero íbamos a las tiendas y pedíamos prestado, diciéndoles que les pagaríamos más adelante. Yo sé que quedaron algunas facturas por abonar, sobre todo de un carnicero que había en la calle de Campoamor, cerca de la primera casa que teníamos. Varias décadas después le reconocí que le debíamos dinero.
¿Cuáles son las historias que más le han conmovido?
La de los niños tristes porque no tenían padres, porque sus padres les habían abandonado. Muchas veces además se hacían ese gran pregunta de por qué lo habían hecho. En aquellos años del hospicio, había varios niños, que habían sido abandonados por sus más, pero no porque fueran malas, sino porque no podían mantenerles o tenerles y creían que nosotros les podíamos cuidar otras personas. Por eso estaban faltos de cariños, de besos. Y si bien es cierto que en los primeros años podía escasear la comida, lo que no nos faltaba era cariño.
También recuerdo que al principio sufrimos mucho porque no encontrábamos cuidadoras. Recorrimos muchas instituciones de congregaciones religiosas para que pudieran venir; sin embargo, si hubiera sido para un gran colegio, o una iglesia, las hubiéramos encontrado, pero para casas de familia y que fueran dos o tres nada más, era muy difícil.
Tiempo después llegamos a tener, en las más de cien casas que había, más de veinte congregaciones de religiosas distintas, que nos dejaban a dos o tres personas para que hicieran de madres adoptivas o madres tutoras de ellos. Eso sí, nunca quisimos que las llamasen madres, porque en realidad estos niños no tenían por qué sustituir a una madre por otra persona que no era su madre. Las llamaban educadoras o coordinadoras.
¿Cómo animaría a las empresas para que se involucren en el objetivo de acabar con la pobreza?
Primero porque las empresas saben que si comparten y se reparten, Dios les va a bendecir y así lo dicen muchos de ellos. Cuando damos algo se nos multiplica esa acción. La prueba es que hoy es muy difícil encontrar una empresa que no tenga un objetivo de acción social. Recuerdo que el Rey actual cuando era Príncipe, en una reunión con empresarios, empezó a hablar de esa cultura de que los empresarios hagan obras sociales. Como digo, es muy difícil encontrar hoy en día una empresa que no lo tenga: si no tiene una fundación, tiene un proyecto social o colaboran con algún proyecto social. Nosotros, en Mensajeros de la Paz, tenemos un montón de empresas que nos apoyan en proyectos sociales concretos y que se lo presentan a sus empleados, quienes incluso después vienen de voluntarios a trabajar con nosotros.
¿Cree que el mundo empresarial en general es solidario?
El mundo empresarial en general es solidario. Y, de hecho, hay que agradecérselo, porque están intentando hacer un mundo mejor. Si no hubiera empresas, si no hubiera empresarios, aunque sean de compañías pequeñas, el mundo no sería tan bueno como es. Vivimos en un mundo mucho mejor que el de hace tiempo y, cuantos más empresarios haya, creo que mejor será.
Al mundo empresarial, si le tocas no la cartera, pero sí el corazón, cae siempre en el efecto de ayudar a los demás, porque se da también la circunstancia que muchos de los empresarios han sido gente que han sido ayudados y que han salido de la nada y saben lo significa no tener nada. La mayoría de ellos no ha nacido rico y con las empresas ya montadas, sino que lo han ido construyendo poco a poco.
¿Cuánto cree que hay de marketing y cuánto de solidaridad en las ayudas de las empresas?
Yo creo que, principalmente, hay solidaridad. Porque, al menos en las empresas que yo veo, no presumen de sus acciones ni hacen publicidad de ellas. Es decir, creo que es solidaridad de verdad. Puede haber alguna que su objetivo sea el marketing, pero yo digo siempre lo mismo: si alguien da un donativo porque le descuente en Hacienda el 10% o el 20%, aun así sigue «perdiendo» el otro 80. O sea que no. Yo creo en la generosidad.
Más allá de las inyecciones económicas como tal. ¿Qué le parece, por ejemplo, la donación de 150 tiendas de campaña que ha realizado ZERTIOR? ¿Qué importancia tiene para Mensajeros de la Paz?
Mensajeros de la Paz siempre acepta todo lo que le den, pero pero sí que es cierto que nunca nos habían dado tantas tiendas de campaña. Estas nos han resuelto problemas, por ejemplo en África, donde tenemos muchos campamentos, y también en Valencia. Porque quiero dejar claro que no queremos que la gente duerma en tiendas de campaña. Lo que queremos es que acampen. Y son unas tiendas de campaña seminuevas que agradecemos de verdad, porque nos ha hecho felices y va a hacer felices a muchos de nuestros niños.
Yo no sé si la gente sabe que hoy es muy difícil encontrar niños que tengan la experiencia de dormir en tiendas de campaña. Es algo que está desapareciendo y hay que recuperarlo porque le suele encantar.
Por último… ¿Cuánta gente trabaja en Mensajeros de la Paz y qué miembros hay para mantener sus proyectos, más allá de los gestores actuales?
Solamente en Madrid tenemos más de 2.400 trabajadores y profesionales. En términos generales, hay más de 167.000 niños a los que atendemos, más de 30.000 ancianos y después voluntarios, en torno a los 20.000. Pero lo importante no es que estemos en 76 países y que se nos llene la boca de números, ya qye con haber atendido a un niño hubiera sido suficiente.
Mensajeros de la Paz es una asociación que lleva más de sesenta años, que tiene cientos y cientos de proyectos, tanto con mujeres como con niños, con personas con discapacidad, con jóvenes y con abuelos y con niños y niñas en los hogares.
Cuenta también con la iglesia de San Antón, que está abierta abierta 24 horas, bancos solidarios, comedores, un restaurante… Son, como digo, cientos de proyectos, y aunque como digo no queremos hacer grandes números, ahí están las auditorías de cada año, que uno se asusta cuando las ve y se emociona, porque todo eso es fruto de la solidaridad de mucha gente. Y pensar que todo lo que damos es que lo hemos recibido.