Sin público, con medidas extremas y un año más tarde. Así se han celebrado los JJOO de Tokio, pero, ¿por qué se ha decidido seguir adelante a pesar de todos los condicionantes?
JULIO | TAGS: Deporte, Juegos Olímpicos
A pesar de llegar con un año de retraso, los Juegos
Olímpicos de Tokio ya son una realidad. La capital japonesa es la sede de la
32ª edición del mayor evento deportivo a nivel mundial que, sin embargo, esta
vez no podrá atribuirse la recurrente frase de haber conseguido “los mejores
JJOO de la historia”.
La pandemia por coronavirus, esa misma que impidió que la
antorcha se encendiera en verano de 2020, ha condicionado sobremanera el
desarrollo de la organización de las Olimpiadas, hasta el punto que incluso en
el (literalmente) último minuto hubo probabilidades reales de cancelación ‘in
extremis’.
Una posibilidad, la de suspender definitivamente esta cita, que ha estado sobre la mesa en todo momento, máxime teniendo en cuenta las severas medidas que se toman en el país nipón, uno de los adalides del “Covid Cero” (explicado a ‘grosso modo’, estrategia que implica no convivir con el virus y establecer restricciones y confinamientos domiciliarios ante el primer riesgo de rebrote).
Aun así, se ha decidido seguir adelante. Eso sí, sin público
en las gradas, ni siquiera local, como se autorizó en un principio. Los únicos
espectadores de las competiciones en las que participan los mejores atletas de
La Tierra serán unos robots que, con sus movimientos mecánicos, tratarán de
suplir el ardor de los aficionados.
Tampoco los deportistas tienen barra libre. Es más, su vida fuera de la villa olímpica y de los pabellones, estadios, etc. es inexistente. No están autorizados a hacer turismo, ni a utilizar transporte público, ni a tomarse un refresco fuera de su burbuja. Por no poder, ni siquiera tienen permitido tener sexo, habiéndose creado unas camas ad hoc para evitar esta tentación.
Por supuesto tienen que estar vacunados y presentar pruebas
PCR negativas antes de cada prueba en la que participen. Medidas muy estrictas
que, sin embargo, no han impedido que ya se hayan detectado varios casos de
Covid-19, lo que implica decir adiós a estos positivos a la cita que llevaban
cinco años preparando.
Sin público, con las grandes estrellas del deporte
enclaustradas… Con estos condicionantes, ¿qué sentido tiene entonces celebrar
una cita que debe ser una fiesta en todos los sentidos? Las respuestas pueden
ser varias, siendo aquella con la que nos gustaría quedarnos la que nos dice
que ninguna pandemia puede con el deporte. Pero lo cierto es que, también aquí,
el dinero ha tenido mucho que ver.
Inversión ‘milmillonaria’, la deuda con los
patrocinadores y el interés televisivo
Según un reciente artículo
publicado por la revista Forbes, Tokio se ha gastado hasta la fecha 15.400
millones de dólares para organizar sus Juegos Olímpicos, de los que solo 1.500
millones proceden del Comité Olímpico Internacional. De esta mareante cifra,
casi la mitad, 7.200 millones son dinero público. Todo ello en un contexto en
el que el 80% de la población japonesa está en contra de los JJOO.
Aun así, parece más sensato llevarlos a cabo, asumiendo pérdidas como la venta de entradas (no, los robots no tienen que pagar para acceder a las gradas), estimada en unos 800 millones de dólares, la de la venta de merchandising, o las indirectas que reportan negocios que dependen de la llegada de visitantes (prensa incluida, con movimientos extremadamente limitados), como los de hostelería u ocio.
Y es que una cancelación no solo implicaría perder ese
dinero ya invertido, sino que también supondría perder toda la inversión
efectuada por los patrocinadores.
No en vano, Tokio 2020 ha marcado un récord de ingresos por
patrocinio, estimándose por encima de los 3.000 millones de dólares, aportados
por 68 marcas locales (veinte más que en Río 2016, pero lejos de los 426 que
participaron en Atlanta 1996) que han decidido unirse a las Olimpiadas más
inciertas de las últimas décadas.
Ello sumado a los contratos que el COI tiene de manera
permanente como patrocinadores principales de la organización, cuyo valor
asciende a los cientos de millones de dólares y entre los que se encuentran Coca-Cola,
Airbnb, Alibaba, Atos, Bridgestone, Dow, GE, Intel, Omega, Panasonic, Procter
& Gamble, Samsung, Toyota y Visa.
Ahora bien, ¿cuál será su retorno en este contexto? Toyota
ha decidido no emitir anuncios de televisión relacionados con los Juegos
Olímpicos por el escaso apoyo popular al evento, por lo que difícilmente
cubrirá sus gastos.
Una duda a la que también se enfrentan las cadenas que
poseen los derechos televisivos. Discovery, por ejemplo, ha pagado 1.300
millones de euros por emitir las pruebas, convencidos de que sería una apuesta
segura. Algo que ahora está en entredicho, y a lo que se debe añadir una lista
de deportistas en la que faltan nombres con tirón como Bolt, Federer, Nadal o
los mejores jugadores de la selección estadounidense de baloncesto, la
audiencia a través de la pequeña pantalla también podría resentirse.
El salvavidas de los Comités Olímpicos
Sea como fuere, la celebración de Tokio 2020 ha sido un
alivio, además de para el COI, para los comités olímpicos de cada país. Ocho
años sin celebrar unos JJOO hubieran supuesto un mazazo para los programas
deportivos estatales a nivel mundial. Tal y como recordó Alejandro Blanco,
presidente del Comité Olímpico Español, en una entrevista
publicada por el diario El Mundo, “del pago de los derechos televisivos de
los Juegos depende la supervivencia de muchas federaciones internacionales y
hasta nacionales, además, por supuesto, de los comités olímpicos nacionales. No
celebrarlos en Tokio habría sido un desastre, la ruina para el deporte”.
Eso sí, también quiso dejar claro que “si se hacen es porque
la protección de la salud está garantizada”, y mandó un mensaje de optimismo,
asegurando que “estos Juegos se van a celebrar a pesar de todas las
dificultades atravesadas y creo que eso tiene que ser un mensaje para el mundo,
por tratarse del acontecimiento más global. Tiene un significado especial y es
el de que, si nos proponemos un objetivo, lo conseguimos”.
Ojalá así sea y, a pesar de las pérdidas y de la sustitución de androides por humanos, el sueño olímpico nos ilumine a todos.
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